Desde que puse un pie en París, supe que estaba a punto de embarcarme en una experiencia inolvidable. Con una mezcla cautivadora de historia, arte, cultura y romance, la capital francesa es un destino que despierta los sentidos y alimenta el alma.
Cada rincón de esta ciudad está impregnado de encanto y belleza, y mi viaje me llevó a explorar algunos de sus lugares más emblemáticos y pintorescos.
Mi primera parada fue la majestuosa Torre Eiffel, un ícono mundialmente reconocido que no decepciona en persona. Subir a lo más alto y contemplar las vistas panorámicas de París es una experiencia que nunca olvidaré.
Desde allí, me aventuré a caminar por los Campos Elíseos, disfrutando de la arquitectura impresionante y las tiendas de lujo que bordean esta famosa avenida.
Una visita al Louvre fue imprescindible para mí, y me perdí entre las vastas colecciones de arte que alberga este museo emblemático. Desde la Mona Lisa hasta la Venus de Milo, cada obra maestra me dejó maravillado y reflexionando sobre la creatividad humana a lo largo de la historia.
Por supuesto, no podía dejar de lado una visita a la Catedral de Notre Dame, con su imponente arquitectura gótica y su rica historia. Aunque lamentablemente la vi en proceso de restauración tras el incendio, su belleza y grandeza aún brillaban con fuerza.
Pero lo que más me impresionó de París fue su ambiente encantador y romántico. Pasear por las pintorescas calles adoquinadas del barrio de Montmartre, explorar los encantadores cafés y brasseries, y disfrutar de un paseo en bote por el río Sena al atardecer fueron momentos que atesoraré para siempre.
Mi viaje a París fue verdaderamente una experiencia única e inolvidable. Esta ciudad tiene el poder de transportarte a otra época y dejarte cautivado por su belleza y encanto. París, la Ciudad de las Luces y los Sueños, ha dejado una marca indeleble en mi corazón y estoy seguro de que volveré a visitarla una y otra vez.
Yuniet Blanco Salas